miércoles, 11 de abril de 2012

HEFESTO Y LA CAFETERA ENCANTADA


El Loco Personaje, distraído y espontáneo que va dejando cosas en los lugares más insospechados, como una esponja de baño sobre el equipo de música o el champú anticaspa en el taquillón de la entrada, es mi amigo Hefesto. Que además es cojo, tuerto y pobre. Pero posee un gran corazón.

Su casa ha sido siempre un auténtico desastre. En Ella se podía encontrar, por ejemplo, la cafetera sucia sobre la colcha de su cama, la cortina desgarrada por su gato desde hacía tres años y los muebles blanquecinos por el polvo acumulado durante décadas. Todo ello conformaba un abrupto paisaje, deprimente y poco acogedor al que Hefesto miraba resignadamente desde la distancia.

No podía dedicarse a limpiar pues le costaba mucho organizarse. Si quería ir a por la escoba se veía de repente en el baño o en el salón desviado por su propia cojera; o si deseaba fregar los platos nunca llegaba a ver dónde estaba la suciedad pues su ojo derecho se disparaba hacia arriba y siempre terminaba limpiando el techo. Vivía soportando un terrible círculo vicioso al que estaba totalmente enganchado. Sin él quererlo ni poder remediarlo.

Por culpa de la maldición que un día le echó una gitana cabreada con la que se cruzó por azar, el pobre Hefesto estaba destinado a la más absoluta miseria. Y como además era pobre no podía pagarse una Pitonisa que le extrajese de una vez aquel maleficio.

Pronto encontró en sus vicios su desahogo. Pasaba tardes enteras frente al televisor jugando a la Wii, tomando cafés y fumando sin parar. Eran su único consuelo. Ni familia, ni amigos, ni plantas se atrevían a entrar en su casa. Solo su  gato negro rasgador de cortinas, sofás y demás enseres, lo soportaba. E incluso, yo misma, que una vez al año (por su cumpleaños) me aventuraba a entrar en su casa con una pinza en la nariz. Por pena.

Pero un buen día su suerte cambió.

Una mañana después de dar tres vueltas a toda la casa consiguió con gran dificultad llegar hasta la colcha donde habitaba la cafetera sucia para hacerse un café matutino. Al verla tan mugrienta decidió limpiarla, con miedo de moverse de allí por si sus pasos le enviaban a cualquier otro lugar que él no desease.


Cafetera de Hefesto recién comprada.

Mientras frotaba su cacharro preferido recordaba la terrible blasfemia con la que aquella mujer le había destinado a su gran desdicha y tan enfadado como obstinado frotó y frotó aquella cafetera sin parar.

Tanto la restregó que de ella comenzó a salir un humarada que inundó su habitación y tras del humo, como si de una gran chispa se tratase surgió el Genio de la Cafetera Encantada. Un enorme y musculoso personaje azul que salió escupido como una cáscara de pipa de girasol contra en suelo. Tosiendo y carraspeando sin parar:

-      “¡Grrrr… ejem, ejem, arggg!, ¡Por Dios cuanta porquería que hay dentro de la cafetera! ¿Tú no limpias nunca o qué?. ¡Puag! Y con tanta cafeína que hay aquí tengo un dolor de cabeza insoportable”.

Hefesto estaba perplejo, asustado y a la vez maravillado. Se cayó al suelo del susto al ver aquella volátil e impresionante imagen frente a él. Tan grande, tan poderosa y tan encafeinada. Ante aquella rocambolesca situación Hefesto creyó estar soñando o simplemente ser víctima de otro encanto infortunado. Tratando de huir de la habitación comenzó a dar vueltas sobre sí mismo tontamente guiado por su pie derecho (su pie cojo) y lo único que consiguió hacer fue irritar aún más al Genio con tanto rodeo.

-      “¡Párate!. ¡Estate quieto!. No me paso veinte horas al día metido en cubículos diminutos llenos de porquería para venir ahora a perder el tiempo jugando al corro de la patata. A ver, ¿qué quieres?”.

-      “¿C… c… cómo?. ¿Me dices a mí?”. Preguntó Hefesto tan incrédulo como temeroso.

Y con muy poca paciencia e irritado por la cafeína, el Genio le respondió:

-      “A ti. Sí. A ti. Te pregunto a ti. ¿Hay alguien más en la habitación?”. Y golpeando la cabecita de Hefesto con el puño cerrado como quien llama a una puerta de madera, continuó. “¡Holaaa! ¿qué clase de criatura habita en este sórdido lugar?. ¡Holaaa!”.

-      “Si, sí. Yo, soy yo. Yo vivo aquí. Quiero decir que yo soy el que estoy, o sea que soy yo mismo. ¿En qué puedo ayudarle?”.

-      “¡Ay Dios Mío!. ¡Qué clientes me encargan!. Hace dos semanas un religioso corrupto, la anterior un traficante de drogas y ahora esto. Vamos de mal en peor”. Y dirigiendo su mirada a Hefesto le dijo levantando la voz. “¡Soy yo el que tendría que preguntar eso!. ¿Nunca has oído hablar de nuestra empresa?. Llevamos trabajando en el sector de los deseos desde 1709. ¿No has leído el cuento de Aladino y la lámpara maravillosa?. Venga ¿qué quieres? y rapidito que me tengo que marchar, tengo que satisfacer los deseos del presidente de los Estados Unidos, estoy seguro de que me va a volver a pedir más armamento. En fin. ¡Dime!”.

-      “Esto… yo, yo… ¿Es usted es el de los tres deseos?”.

-      “Sí, ¡Dime!”.

-      “¿Se los tengo que pedir uno a uno? ¿o cómo va esto?”.

-      “Si, ¡Dime!”.

-      “¿Me va a conceder los tres al tiempo? ¿o tendré que esperar?”.

-      “Sí, ¡Dime!”.

-      “¿Se los tengo que pedir de mayor a menor? ¿o de menor a mayor?”.

-      “Si, ¡Dime!”.

No entendiendo Hefesto la última respuesta del Genio, ni el Genio la inseguridad de Hefesto, se hizo un largo silencio. Seguidamente el gran personaje azul estalló en cólera. La habitación comenzó a temblar y sacudirse, levantándose los cimientos de la casa y moviéndose violentamente. Y entre todo ese trasiego ocurrió lo que en 303 años de trabajo no le había sucedido nunca: los tres deseos salieron involuntariamente de las manos del Genio y de una manera desordenada. Sin personalidad ni juicio. Creándose así la mayor desgracia que Hefesto jamás pensó que podría vivir en sus propias carnes.

Hefesto estaba convertido en una diminuta mota. En una ridícula partícula. En una inexistente ameba.


Hefesto en el centro. Hecho un cuadro.

Una pequeña ráfaga de viento primaveral entró por la ventana de la habitación llevándose a Hefestito suave y dulcemente y elevándose por los aires hacia el cielo infinito desapareció entre las nubes.

No por siempre jamás. Pues Hefestito reapareció en el interior de un cuerpo humano. La mota fue inspirada en un suspiro de amor por la boca de una mujer que pasaba por allí. Ésta, lejos de saber que tenía al pobre Hefesto en su interior y de la mano de su novio, entró en la cafetería de la esquina para saborear un buen café y fumarse un placentero cigarrillo.

Entretanto Hefestito se encontraba inmerso en un mundo irreconocible y vasto. Lleno de cosas extrañas con colores intensos y tejidos de todas las clases. Algo jamás visto por él antes. Entre todo aquel paisaje desolador y terrorífico, con más miedo que ganas de descubrir donde estaba, pensó en el conocido objetivo para cuando ocurren estos casos: TENGO QUE SALIR DE AQUÍ COMO SEA, ENCONTRAR AL GENIO COMO SEA Y QUE ME DEVUELVA A MI ESTADO NORMAL COMO SEA, NADA DE QUERER SER COMO BRAD PITT NI COSAS POR EL ESTILO, ME DA TODO IGUAL, ME QUEDO COMO ESTABA, COJO, TUERTO Y POBRE.

¿Pero por dónde comenzar? ¿Dónde estaba la salida? O simplemente ¿Dónde se encontraba?.

De repente se escuchó un ruido. Hefesto quedó en silencio intentando adivinar de donde procedía o si aquello le podía causar algún mal. Y muy temeroso, comenzó a pedir ayuda:

-      “¡Holaaa…! ¿Hay alguien ahí? ¡Holaaa…!”.

Una Célula Sana que pasaba por allí con toda su anatomía, apareció en escena haciendo ejercicio:

-      “Uno, dos, uno, dos, hip, hop, hip, hop”.




Modelo de célula sana.

Al ver que pasaba de largo rápidamente pues parecía estar practicando footing, Hefesto la llamó para averiguar en qué mundo se encontraba.

-      “¡Eh, eh, para por favor!. ¿Dónde estamos? ¿Qué es esto?”. Y después de un largo rato mirándose. Continuó: “¿Hablas?”.

-      “¡Caracoles! Es que eres muy feo. Me he quedado muda”. Dijo la célula.

-      “Ya lo sé, no tengo remedio, soy así desde nacimiento. Sufrí una malformación pues mi madre sufría de cáncer. Pero eso ahora no importa. Lo único que quiero es salir de aquí. ¿Tú sabes cómo hacerlo?”.

-      “Sí, existen varias posibles salidas. Tienes una por el intestino que sale una o dos veces al día con mucha suerte y otra por la vejiga, en esa parada tienes más posibilidades. Luego está la nariz aunque con tanta mucosidad, no sé. Yo no lo haría, es asqueroso”.

-      “¿Intestino?, ¿Vejiga?, ¿nariz?. ¿Me quieres explicar dónde estamos, por favor?. Me estoy empezando a poner muy nervioso”.

-      “Esto es un cuerpo humano. ¡Vaya con los novatos!. A ver, ¿no has estado nunca en el interior de un cuerpo?”.

-      “Pues después de nacer no he vuelto a tener el placer, la única novia que tuve me duró solamente un día y no me dejó hacer nada, así que…”.

-      “¡Venga pues acompáñame!. Te lo voy a enseñar”.

Célula y Hefestitos estuvieron durante un largo rato recorriendo todo el cuerpo de aquella mujer, sus huesos, su sangre, músculos, grasa, tejidos, otras células, etc. Parecía un mundo absolutamente perfecto, lleno de vida y optimismo. Pronto hizo nuevos amigos y empezó a  sentirse muy bien allí dentro.

-      “Sin embargo, tengo que advertirte que no todo es tan maravilloso. Últimamente estamos teniendo algunos problemas”. Dijo La Célula.

-      “¿Ah sí? ¿Cómo cuáles?”.

Y de repente un extraño y aterrador ruido invadió aquel cuerpo. Las paredes del esófago y el estómago comenzaron a temblar. Un río inmenso de color marrón se sobrevenía contra ellos.

-      “¡¡¡ CORREEE !!!”. Gritó La Célula Deportista.

-      “¡AAAH, SOCORROOO!”. Gritó Hefestito.

Comenzaron a correr sin parar por el interior del sistema digestivo para evitar ser engullidos por aquel misterioso líquido de olor embriagador.

-      “CÉLULA, ¿QUÉ DEMONIOS ES ESTO?”.

-      “¡¡¡ ES CAFEEE !!!. ¡CORRE Y NO PREGUNTES!. SI LA CAFEÍNA EN ESA PROPORCIÓN TE ALCANZA TE ESTALLARÁ LA CABEZA, SUFRIRÁS ALTERACIONES DEL SUEÑO Y CONTRAERÁS UN ATAQUE DE PÁNICO, COMO POCO ¡¡¡ CORREEE !!!”.

Tanto y tanto se apresuraron que casi de forma milagrosa consiguieron librase de aquel torrente de cafeína desbocada. A salvo en los pulmones de aquel ser, Célula, muy aliviada exclamó:

-      “¡Uffff!. Menos mal. ¿Ves?. Esto es de lo que yo te quería advertir”.

Y de repente cuando ya todo parecía estar en calma, aquellos pulmones comenzaron a ensancharse y un humo apestoso y gris se abalanzó sobre ellos transportándolos hacia el interior de los mismos.

-      “¿Y AHORA QUE PASAAA?”. Gritó Hefesto.

-      “ESTO ES HUMO DE TABACO. ¡DIOS!, NOS HA ALCANZADO, AHORA TENDREMOS NICOTINA POR TODAS PARTES Y TARDAREMOS MÁS DE DOS SEMANAS EN QUITARNOSLA DE ENCIMA. ESTAREMOS IRRITABLES E IRASCIBLES. ¡¡¡DIOS NOOO!!!, TANTO TIEMPO CUIDÁNDOME HACIENDO DEPORTE PARA ESTO”.

Cuando el humo cesó su habitual recorrido, ambos fueron a parar justo al lado de unos Maliciosos Tumores que estaban comenzándose a desarrollar con gran éxito.

 

Instantánea de uno de los clanes tumorales
más importantes en ese cuerpo humano.



-      “Oiga jefe, se acaba de detectar un cuerpo benigno y otro de indescifrable procedencia”. Le dijo un tumor a otro. “¿Qué hago los mato ya?”.

-      “No. Aún no. Veamos de qué se trata”. Dijo el jefe (el del centro). Y dirigiéndose a nuestros amigos prosiguió. “¡Vaya, vaya, vaya! Pero mirad qué tenemos aquí. ¿Os habéis perdido, manzanitas ecológicas?”.



Y la Célula Deportista que tenía una amplia experiencia en el medio, habló haciéndose pasar por uno de ellos:



-      “No, no. Están ustedes equivocados. No somos ecológicos, somos tumores disfrazadas de benignos que estamos revisando este cuerpo para captar nuevos adeptos”.

-      “¿Ustedes? Has dicho ¿ustedes?. ¡Qué educación!. ¡Ja, ja ,ja!. Ese no es el argot de que usaría un tumor maligno. Además no recuerdo haber enviado espías con eso cometido”. Y con cara de muchos enemigos el Tumor Jefe ordenó su asesinato. “¡MATADLO!”.



Un disparo acabó con la vida de la Célula Benigna y en poco tiempo los tumores se iban esparciendo por todo el cuerpo intentando ganar la batalla a la vida. Entretanto Hefestito, disimulando su diminuto cuerpecillo entre el humo del disparo logró esconderse en un alveolo hasta que los tumores cansados de buscar desistieron y decidieron abrir una botella de wisky y echar una partida al pocker para celebrar su nuevo avance.



Después de un largo viaje hacia la nariz, por la que pensaba escapar y recordando con cariño a la Célula Benigna que tanto le había enseñado sobre el cuerpo humano, logró salir de aquel ser, llegar hasta su casa y reencontrarse con el genio.



-      “¡Dios mío estás, estas…! ¡Pringoso! ¡Qué asco!. ¿Dónde te has metido?”. Preguntó el genio.

-      “Es muy largo de contar, prefiero guardarlo en secreto”. Contestó Hefesto.

-      “Bien como quieras. Me quedan dos minutos y me voy así que apresúrate. Pídeme tres deseos, más un bono regalo de un cuarto deseo por el error cometido. Pero no empieces como antes, se directo que se acaba el tiempo”.

-      “Si, allá voy: el primero, volver a mi tamaño normal quiero ser quien era otra vez. El segundo dejar de fumar, el tercero dejar de tomar café y el cuarto…”.

-      “Espera. ¿Me estás diciendo que no quieres ser millonario? ¿que no quieres tener un Ferrari? ¿ser como Brad Pitt? ¿tener a la mujer más hermosa del mundo?”.

-      “No”. Contestó Hefesto sin dudar.

-      “¿Drogas? ¿armas? ¿comprar países enteros? ¿Un harem de mujeres solo para ti?”.

-      “No”.

-      “¿Seguro, seguro, seguro?”.

-      “Seguro”.

-      “Está bien”. Dijo el genio con resignación. “¡Que aburrimiento de persona!”.



Moviendo sus manos con grandes y elegantes gestos concedió a Hefesto su antiguo físico, le quitó el hábito del tabaco y no necesitó tomar más cafeína.



-      “¿Y qué piensas hacer con el bono regalo? ¿Dejar de jugar a la Wii? ¡Ja, ja, ja!. Dijo el genio subestimando el corazón de Hefesto”.

-      “No. Hay una mujer en la cafetería de la esquina con su novio. Están muy enamorados y van a tener un bebé dentro de ocho meses y medio. Ella aún no lo sabe. Y tampoco sabe que está contrayendo cáncer. Quiero que la cures y que su bebé no sufra ninguna malformación. Que sean una familia feliz y llena de salud y amor, que tengan un futuro esperanzador y sean un ejemplo en su comunidad”.

-      “Que así sea”. Dijo el genio.



Y así fue.



Por eso Hefesto es mi mejor amigo y por eso le ayudé a limpiar su casa para poder visitarlo más a menudo. (Con una pinza en la nariz).





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4 comentarios:

  1. Debo reconocer que debido a mi habitual caos en lo que al orden se refiere, en el fondo me siento identificado con Hefesto. Es mas, el otro día que fui a visitar mi madre y comprobé el caos imperante en su nevera al ir a coger una cerveza, llegué a la conclusión de que no se trata de una cuestión personal, sino una herencia genética jejeje...

    Genial relato MOyra.

    Un abrazote.

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    1. Ahahaahahah...¡¡¡ lamento decirte que el desorden no se hereda, se aprende, por lo que también se desaprende. Pero es muy graciosa tu forma de contarlo.

      Me alegra que te guste el relato :-)

      un abrazo
      MOyla

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  2. creo que es uno de los mejores relatos, me ha encantado!! a pesar de que me encanta la nicotina y la cafeina, y creo que casi todas las drogas blandas que terminan en ina!!

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    1. ahahahahah...¡¡¡ me alegra que te haya gustado. tengo que confesar que yo tomo café (descafeinado) una vez al día y aunque poco pero fumo algo (eso si tabaco natural de pipa sin aditivos). Pero como es mi costumbre, prefiero informar de los riesgos aunque yo misma a veces cometa errores...

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