lunes, 19 de marzo de 2012

EL RESTAURANTE ORGÁNICO DE CAPERUCITA ROJA

A todas las Caperucitas Rojas del mundo les quiero advertir que esta historia podría herir su sensibilidad. Pues lo que aquí se cuenta nada tiene que ver con la dulce e inocente niña de mejillas rosadas que es engañada y cuya abuelita es devorada por un hambriento personaje de pelo gris y colmillos afilados. Y a todos los Lobos Feroces igualmente les diré que no esperen ser objeto de asesinato en manos de un fornido leñador campestre. ¡Pues menudo cuento tan sangriento y carnívoro!.

Esta es pues la historia de La Otra Caperucita:

Una tarde de invierno al salir de clase nuestra protagonista se disponía a ultimar los detalles de última creación. Un revolucionario restaurante orgánico en el centro de la ciudad. Cuando su querida mamá interrumpió su objetivo para venir a encargarle una tarea:


-      “Tienes que ir a casa de la abuelita a llevarle este pastelito y esta botellita de licor”.

-      “¡Jo mamá! ¿ahora? Estoy super ocupada”.

-      “Tu abuelita está muy enfermita y esto que le has de llevar la va a hacer mejorar. Anda ve cariñito y no te entretengas por el camino pues anda un lobito suelto por la ciudad”.

-      “¡Vaaale!” Exclamó la niña con resignación.


Se puso aquel famoso abrigo rojo con capucha anti lluvia, aquella caperuza que hizo tan famosa a su antepasada en el cuento de los hermanos Grimm. Cogió su Mp3, su Iphone y su Tablet y los metió todos en la mochila por si aburría en el trayecto de autobús y con la cesta entre las manos se adentró en la ciudad atravesando sus laberínticas y oscuras calles hasta la parada de bus.


Al bajar del transporte, prosiguió su camino, pero después de dar dos vueltas sobre la misma manzana se percató de que no reconocía la calle en la que se encontraba. Se había perdido. A la vuelta de la esquina, alumbrado por la escasa luz de una farola tenebrosa se encontraba el Lobo Feroz. Con actitud chulesca y desenfadada el sujeto en cuestión al ver a la niña, le dijo:


-      “¿Qué pasa tronca, estás perdidita?”.

-      “Pues eso parece. ¿Tú no serás el lobo ese come-personas que anda suelto?”.

-      “¿Yo?, qué va, ni mucho menos. Y para demostrártelo te llevaré en mi buga hasta la casita de tu abuelita”.

-      “¿Y tú cómo sabes que yo voy a casa de mi abuela?. Es más ¿cómo sabes que tengo abuela?”.

-      “Pues porque si no tuvieras abuelita serías muy presumidita y sin embargo se te ve una niña muy sencilla”.

-      “¿Y no será que lo has sabido por casualidad?”. Preguntó desconfiada. “Agradezco que seas tan amable y educado, pero es que los lobos siempre han tratado de comerse a los protagonistas de todos los cuentos y yo valoro mucho mi vida”.

-      “Como quieras, pero mira lo que te pierdes”. Dijo el lobo señalando su vehículo con orgullo.

-      “¡Ualá, menudo cochazo!”. Exclamó la joven completamente deslumbrada



Descapotable de Lobo Feroz moderno.


Con esta evidencia Lobo convenció a Caperucita y subidos en la máquina a trescientos cincuenta por hora, en un periquete se encontraban en la dirección correcta.


Arreglándose la Caperuza y el cabello removido por el viento, la jovencita bajó del carro y agradeció a Lobo las molestias tomadas.


-      “Un placer Sr. Lobo y gracias por todo”.


Y se dio media vuelta para llamar al timbre de su abuela. Sin embargo y aun así hubo algo que la desconcertó y mirando al lobo de nuevo, le dijo.


-      “¡Un momento! Y ¿tú cómo sabes que mi abuela vive aquí?, yo no te lo he dicho”.

-      “Por el Gepe Ese de Direcciones de Cuentos para niños”.

-      “¡Ah claro!”. Y sin más dilaciones llamó al timbre.


Al otro lado del interfono una voz extraña y grave sorprendieron a Caperucita y también a Lobo. Tanto fue así que la joven sintió desconcierto y le pidió que la acompañase hasta arriba.


Al llegar a la habitación todo parecía normal, la abuelita con su gorro de dormir y su camisón, acostada en la cama y quejosa por una desconocida dolencia. La niña preocupada por el estado de salud de su abuela se sentó al borde la cama y comenzó a observarla:


-      “Noto a mi abuela un tanto extraña, ¿no ves nada raro, Lobo?”.


Lobo Feroz se acercó con ánimo de ayudar a la pequeña, pero no advirtió nada extraño ni anormal pues él no conocía personalmente a la abuelita de la niña, claro. De modo que Caperucita prosiguió con las típicas averiguaciones:


-      “¡Abuela, qué ojos más grandes tienes!”.


A lo que aquello, que estaba tumbado en la cama que nadie sabía todavía lo que era, contestó:


-      “Son para verte mejor, niñita”.

-      “Abuela, que nariz más grande tienes”.

-      “Es para olerte mejor, niñita”.

-      “Abuela que orejas más grandes tienes”.

-      “Son para oírte mejor, niñita”.

-      “Abuela…”.


A lo que Lobo, cansado de este repetitivo diálogo interrumpió:


-      “¿Os queda mucho? He quedado con mi chati en diez minutos”.

-      “Espera Lobo, me queda una única y definitiva pregunta, qué prisas ¿no?”. Bueno pues eso que decía que… Abuela, qué boca tan grande tienes”.
Y dando un salto de la cama y con la voz de un trueno, gritó:


-      “¡ES… PARA COMERTE MEJOR, NIÑITAAA!”.

-      ¿¿¿CÓMO??? Exclamó Caperucita.

-      ¿¿¿CÓMO??? Exclamó Lobo.


Desprendiéndose de su disfraz de abuelita indefensa emergió otro lobo feroz (El lobo número 2) que sin pensar se abalanzó sobre Caperucita. A lo que nuestro Lobo número 1, molesto por la competencia salió en defensa de la pobre niña.


-      “¡Eh tío! ¿Qué crees que estás haciendo? Este es mi cuento, así que fuera de aquí”.

-      “¡Eso mismo impostor!, y por cierto ¿Qué has hecho con mi abuela?”. Dijo Caperucita.

-      “Me la he tragado”. Contestó el Lobo número dos.


De repente el timbre de la puerta sonó fuertemente:


-      “¡DING, DONG!”

-      “¿Quién es?”. Contestó la joven.

-      “Soy el leñador que vengo a matar al lobo que se ha comido a la abuela y a salvar a Caperucita Roja. ¿Me abrís?”.

-      “¿Leñador?. En las ciudades no hay lañadores ¿Pero qué lio es este?”. Preguntó Caperucita muy molesta. Y lo echó. –“¡Fuera de aquí!, no te necesitamos, estamos resolviendo un problema familiar y tú no tienes nada que ver con esto”.


Entre tanto desconcierto, el Lobo número 2 sintió unas terribles ganas de ir al baño:


-      “¡Oh Dios mío! Qué angustia, siento ganas de vomitar. Creo que tu abuelita se me ha indigestado”.

-      “Pero si eres un lobo feroz ¿Cómo es posible eso?”.

-      “Bueno, veréis es que en realidad soy vegetariano”.

-      “¿Y si eres vegetariano porque te la has comido?”.

-      “Por el qué dirán. Si no me la comía todo el mundo iba a pensar que soy cobarde. Un lobo tan feroz como yo, no puede ser herbívoro. Que será de mi ahora”.

-      “¡Madre mía lo que hace la presión social!”. Pensó la niña.


El Lobo número 2 comenzó a llorar conmovido por la vergüenza y la compasión que sentía de sí mismo. Y el Lobo número 1 identificado por la terrible confesión de su oponente comenzó a sollozar a los pies de caperucita:



-      “He de confesar que yo tampoco soy carnívoro, desde que leí La alimentación Macrobiótica de George Osawa me he vuelto muy equilibrado en mí día a día. ¡Buah, Buah!, lo siento Caperucita. Te habrás llevado una gran decepción con los dos, espero que puedas perdonarnos algún día”.


Gran inspiración de Lobo 1.



Mientras la abuelita engullía el delicioso pastel de frutas y se bebía la botella de licor de un solo trago a Caperucita se le ocurrió una gran idea.


-      “Chicos, se me acaba de ocurrir una gran idea. Yo nunca había protagonizado ningún cuento con un final tan feliz”.

-      “¡Feliz!”. Exclamaron los dos lobos al unísono.

-      “Si feliz y anodino. Y para celebrarlo, os invito a la inauguración de mi restaurante orgánico que he montado junto con mis socios en el centro. Toda la ciudad estará allí y será una gran fiesta. Todo un acontecimiento”.


Ambos lobos más animados y vestidos con sus mejores galas, acudieron junto con la niña a la gran celebración. Una exquisita, cuidada y fresca decoración envolvía las paredes y el mobiliario del local. Deliciosas propuestas alimenticias se exponían en las vitrinas y grandes bandejas con riquísimos delicatesen de múltiples formas y sabores conformaron un delicioso y sano menú que los camareros servían con simpatía.


Restaurante orgánico de Caperucita Roja.


Allí Caperucita se sentía como en su casa, pronto presentó a los dos lobos a dos lobas guapísimas con las que pudieron entablar una animada conversación. Todo parecía perfecto, pero alguien captó su atención inesperadamente. Era Blancanieves.


-      “Hola querida”. Dijo Blancanieves.

-      “¿Blanca? ¿Tú qué haces aquí?”.

-      “He venido a hacer una limpieza de estómago, desde que la bruja me dio la manzana envenenada estuve mucho tiempo comiendo carne pues después de aquel trauma alimenticio pensé que todas las verduras estaban alteradas. Pero gracias a mi príncipe hemos descubierto este maravilloso lugar. Pensamos venir todos los días. ¡Es super In!”.


Al otro lado de la sala, ocurrió lo inesperado, otra famosa del lugar merodeaba por allí.


-      “¡Caperucitaaa!”. Exclamó Cenicienta

-      “¡Oh no, otra aprovechada!”. Murmuró entre dientes.

-      “Oh, la comida de Palacio está empezando a ser insoportable, cordero, ternera, perdices, pavo. Todos los días lo mismo. ¡No puedo con mi vida!. Así que si Madonna come de esto y tiene el cuerpo que tiene yo también quiero conservar el mío. ¡Ha ha ha!”.


Apartada en un rincón de la fiesta Caperucita pensó que toda la filosofía de la buena alimentación se había perdido y se había convertido en una moda desechable y pasajera. Estaba decepcionada y triste por las actitudes de sus compañeras de profesión. Al ver su amargura, el Lobo 1 dejó por un momento el cortejo del que estaba disfrutando y se acercó a su nueva amiga.


-      “¿Qué te ocurre, niñita?”.

-      “¿Es que no has visto lo que hay por aquí?”.

-      "Si, una comidita estupenda y sanísima”.

-      “Me refiero al personal, esto está lleno de oportunistas, parece tele cinco”.

-      “¿Te refieres a Blancanieves, Cenicienta, Alicia…?”.

-      “¿Alicia? ¿la del país de las maravillas? ¿También está por aquí? No me lo puedo creer. ¡Por dios que no me vea, no quiero escuchar sus memeces de su mundo mágico y maravilloso!. Todas creen que esto las conservará jóvenes mucho tiempo y solo han acudido porque está de moda, no piensan en que esto es mucho más que un simple capricho”.

-      “Bueno Caperucita, tampoco te lo tomes así, piensa en la ventajita que esto puede tener”.

-      “¿Ventaja? ¿pero qué ventaja? ¿Que estas pavas estén aquí haciéndose las guays cuando si no fuera por sus respectivos no serían nada por sí mismas?. ¡Menudo ejemplo de liberación femenina!. ¡menuda filosofía alimenticia! ¡Bah!”.

-      “Pues yo lo veo como una ventaja, porque si esto se logra poner de moda, muchas personitas que se alimentan mal empezarán a comer mucho mejor y otras muchas que como el otro lobito y yo nos avergonzábamos, ahora nos sentiremos más libres para expresar sin vergüenza un estilo de vida que nos llena espiritualmente. Venga vamos a tomar ese chupito de verduritas que tiene una pinta increíble.

-      Vale. Ok. Pero como alguien más me vuelva a hablar con alguna palabra terminada en ita o en ito, me quito la caperuza, me subo a la barra y cuento todas vuestras miserias. ¿entendido?”.


Y de ese modo tan natural, sin que nadie tuviera que comerse a nadie y sin que nadie tuviera que venir a salvar ni a rescatar a nuestra protagonista. Se la empezó a respetar como a una auténtica niña de negocios que sabía mejor que nadie lo que hacía, pues había contribuido notablemente a mejorar la salud de todos sus conciudadanos.

FIN





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lunes, 5 de marzo de 2012

ALCACHOFAS A LA GENITAL: VEGETARIANA Y SENSUAL

Lo que más me impresiona de la alcachofa es que aun después de haber transcurrido un rato de haberla comido, su sabor dulzón permanece jugueteando en nuestro paladar haciendo que hasta el agua tenga su propia personalidad. Es una planta muy inteligente.

Los genitales humanos externos también tienen su agudeza. El pene del hombre puede llagar a triplicar su tamaño cuando está erecto. Y la vagina de la mujer alberga una serie de pliegues y misteriosos puntos con parecidos extraordinarios a ciertas flores, frutas y verduras como ocurre con la alcachofa. ¿Cómo lo harán?.

Es exitante esa simbiosis que poseen ambos órganos sexuales con los frutos que nos proporciona la Madre Tierra. Me niego a pensar en la separatividad que porpone el más absoluto raciocinio de las teorías evolutivas del ser humano, por lo que me divierte infinitamente relacionar a la naturaleza con la belleza de la intuición. Porque eso es para mí lo natural.

LO PROMETIDO ES LO ADEUDADO

En la entrada número doce (EL HOMBRE QUE COCINABA DESNUDO) prometí que en alguna oportunidad les describiría esta excitante fórmula. Y como no me gusta deberle nada a nadie les propongo que se desnuden de nuevo para disfrutar altamente del contenido de esta receta:


ALCACHOFAS A LA GENITAL

Como será invierno, pues la alcachofa ofrece su esplendor durante esta estación, enciendan la calefacción si el presupuesto les alcanza y dispongan sobre la encimera los siguientes ingredientes:

- 4 alcachofas

Intenten evitar las de este tamaño
pues podrían ser transgénicas

- 2 limones
- 1 cucharada de vinagre
- 1 cucharada de mostaza
- 5 cucharadas de aceite de oliva
- 1 diente de ajo finamente picado
- 2 huevos de gallina feliz
- 10 aceitunas verdes
- Sal marina y pimienta

(A ser posible consigan que todos procedan de cultivo ecológico pues al margen de las manipulaciones la libertad es el mayor de los placeres).

Mientras preparamos estos juguetes eróticos podemos ir calentando agua en una olla con sal y el zumo de un limón dejando que el fuego se encargue de llevarlo a la mismísima ebullición.

A las alcachofas les quitamos las hojas exteriores, les cortamos las puntas y los tallos hasta que queden solamente los corazones. A continuación las fortamos con limón para que conserven el color pues los fenoles que contienen las harían parecer algo más feas. Y esto no sería justo para ellas pues son flores hermosas.


Podemos reservar algunas de las hojas exteriores y los tallos pelados para ensalzar a posteriori la belleza de este plato.

Introducimos en el agua hirviendo los corazones, algunas hojas y los 4 tallos. Tapamos y dejamos cocer a fuego lento durante 20minutos.

Mientras esto toma forma y sabor, les animo ahora con la salsa:

Dispongamos cerca de nosotr@s de un mortero para introducir en él las aceitunas y el ajo finamente picados, añadimos el aciete y machacamos.



El zumo del otro limón, la cucharada de vinagre y de mostaza pueden abocarse ahora sobre el almirez y esta mezcla la condimentaremos con un poco de sal. Removemos.




Batimos los dos huevos y la mitad de este viscoso elemento lo añadimos al machacador y removemos de nuevo, mientras que la otra parte puede convertirse en una omelette para ofrecer una deliciosa compañía.

Si no les gusta tener colesterol usen simplemente la clara del huevo y lancen por el fregadero la yema sin ningún tipo de piedad.



La salsa está dispuesta y la tortilla haciéndose.

¡Y ahí están!. ¡Alcachofas al punto!. Pues vamos a escurrirlas bien y a comenzar con la decoración del plato.




Los tallos de las alcachofas se pican así como la tortilla. Y para darle color podemos trocear un tomate bien rojo o un trozo de col lombarda color violeta. Yo elegí la esta col pues su color me recuerda al color de la transformación.





Las hojas de la alcachofa sirven para rodear los corazones a modo de flor salvaje y pueden ustedes jugar libremente con los colores y sabores de la col, la omelette y los tallos verdes de la alcachofa.



Cuando todo está bonito echamos la salsa picante por encima con el fin de embriagarlas bien hasta que pierdan el conocimiento.




A míse me ocurre remojar los dedos en el jugo de la col y salpicar bien todo el plato, hasta que se salga por los bordes. Que se salga bien por todas partes.




Esa era una de las razones por las que les pedía que se desprendiesen de sus ropajes. La col mancha los tejidos. Y la otra razón es porque desnudos podremos sentir con verdadero entusiasmo esa innegable relación que poseen entre sí el erotismo y la cocina.


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