El primer tomate de la historia Modificado Genéticamente y después comercializado a gran escala es el Flavr Svr. Hete aquí el susodicho:
Perfectos
tomates formateados inmaduros e inmaculados
Muchas personas
considerarán a este tomate culpable de los cargos que se le imputan: haber sido
un Organismo Modificado Genéticamente (OMG). Del mismo modo que la soja, el
maíz, la patata o el trigo. Sin embargo otras presumirán su inocencia
argumentando por ejemplo, la perfección y los valores nutricionales
inalterables del producto obtenido.
Y es que en un mundo donde
la “libertad de expresión” es la bandera mejor portada por l@s Consumistas Implacables, cualquier
argumento es válido para defender cualquier tipo de atrocidad.
Desde tiempos
inmemoriales, el ser humano, ha venido experimentando y modificando ciertas
plantas o cruzando animales de distintas razas con el fin de satisfacer su
curiosidad y por qué no, obtener ciertas ganancias a pequeña o mediana escala.
Pero, ¿qué nos ocurrirá si
éstas bien-vendidas prácticas se realizasen a nivel mundial?. ¿Qué tipo de
impactos producirían sobre nosotr@s y la Tierra?. Y, ¿a qué es debida esa
imperiosa necesidad de cambiar constantemente este orden natural de los
acontecimientos?, ¿acaso no nos conformamos ya con lo que tenemos?.
Una soleada mañana de sábado, con mucho sueño estacional atrasado, en la que lo único que tenía que
hacer por obligación autoimpuesta era ir a depilarme. Decidí antes salir a
tomar un delicioso desayuno en la nueva cafería ecológica de la calle de al
lado. Decorada a la última en verde y blanco y con productos naturales exentos
de OMG. Me sentí como una privilegiada de clase alta. Pero las tarifas por
querer comer sano fuera de casa resultaron de lo más escandaloso. 25€ por una
macedonia de frutas ecológicas de estación y unas bollos de pan de centeno con
aceite de lino tostado me despertaron de inmediato.
A
punto de irme de allí con el bolsillo resentido quise estar al día en cuestión
de noticias y le eché un vistazo ligero al periódico: Lo Que Debe Contarse Al Pueblo.
Un conocido diario de tirada nacional que había publicado en titulares: TOMATE NATURAL
ESCAPA DE LA MANIPULACIÓN GENÉTICA. Acompañado de una sufrida imagen del
presunto delincuente con expresión de grito a lo Edvard Munch:
Tomate
Natural gritando asustado por los cargos que se le imputan
Dado que nunca había
presenciado un juicio público decidí ataviarme con traje de chaqueta para no
desentonar y me encaminé hacia los juzgados con el fin de esclarecer algunas
cuestiones de vital importancia para mí.
EL TOMATE NATURAL A JUICIO
En el exterior, la prensa
y televisiones de todos los países se agolpaban obstruyendo el paso queriendo
arrancar algunas palabras a Tomate Natural o a su abogado. Las organizaciones
de ecologistas y los consumidores afectados agitaban sus pancartas y lanzaban
gritos en favor y defensa del pobre tomate.
Junto con el resto de
cotillas del pueblo conseguí entrar a trompicones en la fría sala. Muebles de
madera oscura y antigua, sillas incómodas para los testigos la concurrencia y
el acusado; sillones para los abogados, el fiscal, el secretario; y trona para
el juez. Persona de máxima autoridad pública investido de la potestad
jurisdiccional.
El proceso comenzó sin
dilaciones a la hora prevista. Algo inusual y sin precedentes, pero el caso,
cargado de gravedad, así lo requería.
Cuando Tomate Natural fue
llamado a declarar su aparición causó expectación y un gran susurro invadió el
vacío. El juez puso orden de inmediato decretando silencio con su enorme maza
de madera. Y comenzó el interrogatorio con el abogado de la acusación:
- “¿Declara que es usted el Señor Tomate
Natural o acaso no lo es?”.
- “Sss… si…”. Contestó algo temeroso.
- “Si, ¿qué? ¿qué sí lo es, o que sí no
lo es?”.
La pobre verdura colorada
intuyó desde el principio que aquello no iba a ser nada sencillo.
- “Sí, yo… creo que lo soy”. Afirmó.
- “Que si lo es ¿quién? ¿quién cree
usted que es?”. Insistió de nuevo el abogado contario.
- “¿Quién soy? No, no, no sé ahora mismo
quien soy”.
El juez, que había quedado
para ir de compras aquella tarde con su mujer necesitaba acelerar como fuese el
dichoso proceso y con su inquebrantable potestad interrumpió al abogado:
- “Señor letrado déjese de
extravagancias. Vaya usted a la pregunta”.
- “Si señor juez”. Y
prosiguió con su interpelación. “Señor…
¿Tomate Natural?”.
- “Sí”. Respondió
la verdura.
- “Se le acusa de rebeldía y alteración
del orden público. Además se han presentado varias denuncias pues la noche de
los acontecimientos conducía usted un coche robado de la policía. Y Trigo Integral,
Patata Roja y Soja Blanca afirman haber sido raptad@s por usted”.
- “Yo no… vamos, quiero decir que yo
no…”.
Tomate estaba intranquilo
y confuso pues no era cierto que hubiese huido con un coche robado ni había
tomado como rehenes a tres de sus compañeros de huerto.
Su único error fue querer escapar de las manos de un científico
de una de las más grandes empresas dedicadas a la manipulación genética (Epicyte).
Él defendía su libertad de no convertirse en un ser irreconocible ante el
espejo y su familia. Defendía el derecho a una vida natural hasta el momento de
su muerte en una ensalada o en una salsa.
Pero el abogado contrario
insistía con sus frases cargadas de desconcierto.
- “La noche del sábado veintitrés,
estuvo usted allí hasta que se marchó. Con el coche robado de la policía. ¿No
es cierto?”.
- “¡Yo!, ¡Coche robado!”.
- “Luego, afirma que fue usted quien
robó el coche de la policía ¿no es cierto?. ¿O si es cierto?”.
- “Si, o sea, no…”.
A lo que el abogado de la
defensa al ver que Tomate Natural estaba completamente perdido nada más
comenzar, interrumpió enérgicamente.
- “Señor juez, mi cliente está siendo
acosado. Lo que aquí se juzga es si el acusado debe
ser manipulado genéticamente o no, puesto que de lo que se le acusa en estos
momentos se ha evaluado con anterioridad y quedamos a la espera de veredicto”.
A lo que el juez contestó:
- “¡Ah sí, lo había olvidado!. Pues en
ese caso, prosiga usted abogado”.
¡¿Lo había olvidado?!. Desde
luego, aquel juicio era de lo más loco. Al parecer se estaba evitando
esclarecer la verdadera causa del asunto y aquello suscitó en mí y en todo el
público aún más interés.
Y el abogado de la defensa
prosiguió:
- “Señor Tomate Natural. Usted ha notado
ciertos síntomas adversos en los seres humanos que ingieren productos
denominados OMG. ¿Puede hablarnos de ellos?”.
- “Sí, por supuesto”.
Y volviendo a retomar su
autoconfianza comenzó su declaración.
- “Cuando era niño, vivía en un huerto
inmenso. Todo funcionaba con normalidad y lo mejor es que nuestro sabor era
inigualable, fresco y natural. Al poco tiempo el dueño queriendo ver crecer sus
ingresos decidió utilizar parte de sus tierras al cultivo de semillas
modificadas. Le habían prometido que su sembrado era totalmente inocuo y los
resultados nada perjudiciales para la salud de los consumidores”.
El abogado de la acusación
interrumpió enérgicamente.
- “¡¡¡Protesto!!!”.
- “¿A qué se debe, abogado?”. Preguntó
el juez.
- “¡¡¡A que habla demasiado!!!”.
- “Tiene razón abogado. ¡Abrevie!”. Solucionó
el juez.
El abogado defensor lanzó
una señal a Tomate Natural para que hiciera caso y evitara que el juez se
irritara, no fuese a ser que por esta razón perdiese el caso.
- “Bien. Al poco tiempo de coexistir las
dos plantaciones, la nuestra comenzó a deteriorarse notablemente hasta el punto
que comenzaron a desaparecer algunas especies, se aumentó el uso de pesticidas
y como consecuencia se alteró la biodiversidad. Después me fui a vivir a la
nevera de una familia y todos tuvieron problemas alérgicos cuando empezaron a
consumir a mis compañeros transgénicos y los antibióticos que tomaban para
curarse no les hacían ningún efecto”.
- “¡¡¡Protesto otra vez!!!. Este tomate
era un niño cuando dice que eso ocurrió, ¿es fiable la opinión de un niño?. ¡NO,
NO LO ES!”. Por eso, llamo a declarar el Dueño
de la Compañía Epicyte. Señor Dueño ¿podría hablarnos de las ventajas de la
producción masiva de los OMG?”.
- “La principal ventaja es que yo me haré
rico con este gran negocio”.
- “Ahá, interesante”.
Dijo el juez. “Después hablaremos de qué tanto
por ciento me llevo yo con todo este asunto. Pero ahora prosiga con las ventajas,
por favor”.
- “¡¡¡PROTESTO YO AHORA!!!”. Gritó
Tomate Natural.
Toda la concurrencia quedó
atónita ante la valiente intervención de la roja verdura. A lo que el juez, con
su enorme maza y su mirada amenazante le hizo callar de súbito.
Modelo
de juez con modelo de maza grande imponiendo su autoridad
Los asistentes comenzaron
a revolverse al oír aquellas palabras pero nadie se atrevió a intervenir pues
temían algún tipo de represalia. Una vez acallado el rebaño y el tomate recobró
su característica sumisión, el juez mandó proseguir:
- “Prosiga Señor Dueño”.
- “Como no, Señor Juez. Otra de las
ventajas es que los consumidores podrán comprar solamente productos atractivos.
Se acabaron esos horribles tomates unos más grandes que otros y todo ese
disparate antiestético”.
- “Ahá, muy interesante”. Exclamó
el juez.
- “Y otra de las ventajas como dije en
mi rueda de prensa en el año 2001, es que podremos por fin controlar el exceso
de población, pues nuestras plantas de maíz transgénico producen anticuerpos
anti-esperma”.
- “¡Oh!. Maravilloso. Esto es toda una
revolución para solucionar por ejemplo el hambre en África, pobrecillos esos
africanos, tan negritos y tan delgaditos…”.
Y blandiendo su maza
contra el taco de madera, el juez, dictaminó en aquel preciso instante su
veredicto, haciendo culpable de todos los cargos al pobre Tomate Natural.
Tomate
Natural fue condenado a cadena perpetua. Al poco tiempo todos las verduras
naturales fueron reemplazadas por las OMG y al pasar los años, ya nadie
recordaba el placer de comer fruta y verdura fresca y espontánea.
Aumentaron
las alergias entre la población, la infertilidad y el hambre en África nunca se
palió como nos prometieron. Las grandes empresas dominaban ahora el mundo
gracias a sus MARAVILLOSOS CUENTOS TRANSGÉNICOS muy bien vendidos toda la
población.
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