Desde que las grandes industrias
nos robaron el derecho de comer sanamente por un precio justo y los bancos y
políticos se apoderaron de nuestras casas y salarios, una nueva tribu urbana emergió
de la nada intentando sobrevivir al capitalismo más salvaje. Son los conocidos
como: L@s Ofertívor@s.
A este nuevo grupo sabiamente organizado
se le reconoce muy fácilmente: se trata de hombres o mujeres adult@s de
cualquier raza, religión o país, siempre de clase social modesta o clase media
venida a menos. Suelen actuar en solitario aunque últimamente no es extraño ver
manadas enteras, pues ante la falta de trabajo y el exceso de tiempo libre invierten
sus esfuerzos en la Caza de la Oferta. Algunos
de ell@s van armados con cuadernos y bolígrafos e incluso cámaras fotográficas
en las que plasman sus hallazgos.
Entran en el supermercado como si
nada ocurriera y desvían la mirada hacia ambos lados de la estantería para distraer
la atención de sus contrincantes. Se toman su tiempo y lentamente eligen los
productos siempre de la parte baja de los stands. Leen superficialmente los
envases, los vuelven a dejar en su lugar de origen y continúan hacia adelante,
dos pasos más y se agachan frente a otro producto, lo giran para observar su
peso, su precio y el colorido de la etiqueta. Lo vuelven a dejar y lo comparan
con un tercer envase. Retroceden sobre sus pasos y ¡ZAS! se encestan su primera
oferta del día. Orgullos@s de su presa se vienen arriba y no content@s con ello
se enzarzan en una nueva búsqueda.
Algun@s de est@s curiosos seres
van dotados de sofisticados elementos de espionaje en la parte trasera de sus
cuerpos. He aquí una imagen gráfica de dos Ofertívoros con dispositivo de
seguridad ubicado en la espalda.
Véase como el dispositivo trasero de la izquierda advierte al de la derecha
de que no se acerque a su estantería.
Señal suficiente como para saber
que el Ofertívoro de la izquierda está
a punto de encontrar una presa.
Tras una larga y dura jornada invertida en los establecimientos de
toda la ciudad llegan a sus casas exhaustos, pues realmente confiere un gran
esfuerzo comparable al de una jornada laboral remunerada.
Una vez, en una de mis excursiones hacia la observación de estas
apasionantes criaturas, topé de casualidad con una vieja amiga experta en estos
menesteres. Ofertívora Jimenez empleaba
esta práctica como hobby solamente de vez en cuando, hasta que un mal día sus
jefes prescindieron de sus servicios en la empresa para la que trabajó durante ocho
largos años, y ésta, ni corta ni perezosa, decidió dedicarse profesionalmente a
la Caza de Ofertas.
Dotada de un gran sentido de la orientación y con un instinto
altamente desarrollado, Ofertívora olía
a varios metros de distancia cualquier reducción de precios o rebaja que se
terciase. Nada se la resistía cuando salía de cacería. Realmente era todo un
espectáculo observarla en su medio natural. Tal que un felino, avistaba su
presa a lo lejos, se acercaba sigilosamente y cuando estaba segura se
abalanzaba sobre ella agarrándola por la parte trasera sin misericordia, ni
lástima, ni compasión alguna.
Esta salvaje heroína era conocida en el mundo de los supermercados
como LA LEONA DEL SUPER y en su hábitat era respetada y venerada como pocas
personas desde hacía años. Formó su propia escuela de Cazadores de Ofertas e
impartía clases y ofrecía conferencias por todo el país, ampliando día a día su
número de seguidores. Pronto se hizo internacional y una famosa cadena
televisiva le ofreció grabar un reality donde podía verse a LA LEONA con su
grupo de pupil@s en plena acción por los supermercados de todo el mundo.
La LEONA durante una grabación del
reality agazapada ante su presa.
El impacto mediático de este programa fue tan expansivo que muy pronto la
práctica de este deporte comenzó a incorporarse como una actividad
imprescindible para la clase alta. Todo el que quería ser alguien tenía que
dedicarle al menos una hora diaria a la caza de ofertas.
Grupo organizado de ofertívoras de
clase alta después de una deliciosa tarde de caza.
Al cabo de
pocos meses de pérdidas económicas en los supermercados de todo el mundo, los Grandes Mangantes decidieron unirse en
una campaña universal contra el objeto de su desidia. Habían pasado de
embolsarse Cien Mil Millones de euros/dólares/libras/yenes y todas las monedas
habidas en nuestro mundo de plástico, para llegar a obtener unas ridículas
ganancias de unos Cincuenta Mil Millones de todo ese baile de divisas. Y claro,
esto era inaudito/indeseable/inaguantable/desesperante y todos los adjetivos
habidos para describir la gran indignación que sufrían estos Pobres Millonarios.
Como resultado de esto, LA LEONA fue condenada a dos
años de prisión por “kxfw…s34@~%4¡’ 02kls - XX” que es el delito por el que se acusa a una mujer cuando no se
la puede acusar de nada (si fuese hombre acabaría en - XY).
Cual mafiosa y sumida en la miseria de aquel
injusto encierro, LA LEONA continuaba organizando on-line a sus pupilos, los
cuales seguían fielmente sus directrices con absoluta discreción y comenzaron a
erigirse paulatinamente como una potencia mundial indestructible.
Nada ni nadie podían doblegar la fuerza de la fiera
que llevaba en su interior. Ni la imposición, ni la injusticia, ni la cárcel,
ni el exilio. Si no que ocurría todo lo contrario, pues consiguió fortalecerse
con el paso de los días transmutando aquella situación indeseable en una
ventaja evidente.
Se erigió como la líder de la prisión estatal y l@s
funcionari@s debían negociar con ella antes de tomar cualquier decisión. Gozaba
de unos privilegios tales que ningún otro preso había conseguido hasta la fecha
en la historia de los presos.
En los diarios de toda Europa comenzaban a leerse preocupantes
titulares para corredores de bolsa y grandes empresarios que empezaban a ver
caer sus intereses: “Empeora tres décimas
la caída del PIB en la Eurozona en el segundo trimestre por las actuaciones de
La Leona desde prisión”, “La Leona española desacelera el consumo en la Europa
del euro”. Y así todos los días.
Esa era ella: cuanta más presión recibía, más
fuerza cobraba su objetivo y más brillantes ideas paseaban por su cabeza cual
bombas de relojería a punto de explotar en la puerta del Congreso de los
Diputados.
Los dirigentes lo sabían y muy a su pesar no
tardaron en cederle un sitio para escuchar su voz que ya representaba la de
millones y millones de ciudadanos de todo el mundo.
Muy pronto consiguió ganarse el respeto de políticos
y empresarios, llegando a influir notablemente en las decisiones de la Eurozona.
Los titulares más oportunos que ahora se podían leer en prensa, decían: “Merkel ya no oculta que le gusta una Europa
con doble vía: la de la Zona Euro y
la Lion’s Area” “Triunfa Hollande y
el socialismo regresa a Francia tras un pacto con La Leona”.
Era evidente que la sociedad necesitaba de aquella fuerza
para conseguir El Cambio. Un nuevo mito con forma de mujer que creció bajo la
adversidad, ahora cobraba solidez y vigor ante un plantel de políticos acartonados,
corruptos, vendidos y esclavizados por la banca más mísera y despiadada.
Pasaron los años y un buen día, cuando La Leona ya
estaba en lo más alto de la cúspide política y económica, me la volví a
encontrar:
-
“¡Leonaaaa!.
Cuantisisisímo tiempo, ¿no?”.
-
“Hey tía ¿qué
pasa?”. Contestó ella con su habitual naturalidad.
-
“Yo muy
bien la verdad, muy contenta pues desde que tú estás en el poder las cosas han
cambiado totalmente. Las personas somos consideradas personas, los animales
animales y las máquinas máquinas. Ya no hay confusión en este aspecto, ya podemos comer comida y no basura. Antes
era diferente pues cuando hablabas con alguien nunca sabías qué era lo que te
esperaba, porque el miedo, la incertidumbre o la escasez nos enfrentaba a un@s
contra otr@s como si no reconociéramos en las personas ningún tipo de humanidad”.
-
“Si, bueno
esto ya se ha quedado obsoleto, ya no tiene razón de ser. Era un arma muy bien
aprovechada por los gobernantes de todo el mundo que nos estaba llevando a la extinción”.
-
“Pues yo
te admiro Leona. Te miro y estás ahí tan natural, tan tranquila y todo lo que
has conseguido por todo@s nosotr@s, ¡es alucinante! yo no me lo explico. Imagino
por todo lo que has pasado y… es que no puedo creerlo. Estoy maravillada y a la
vez agradecida ¿cómo lo has hecho?”.
-
“Siéndome
fiel a mí misma y contando con un equipo de alta fidelidad, sin límites”.
-
“¡Ah claro!,
¿Cómo este?”. Le dije mientras le mostraba la fotografía de un catálogo.
Equipo de alta fidelidad sin límites.
-
“No, no,
como este no… recuerda que ya no somos máquinas”.
-
“Uy,
cierto. Me ha vuelto a traicionar mi antigua mentalidad puramente consumista”.
-
“Me
refiero a un equipo de personas comprometidas e involucradas, fuertes,
responsables y conscientes de la humanidad y del sentido de la vida. Pero es
normal, tranquila. Cuesta mucho acostumbrarse a que ya ahora somos libres
realmente y que podemos pensar por nosotros mism@s. Entiendo que es duro admitir
nuestros propios errores y comprometerse con nuestras propias acciones porque
eso implica que solo nosotros somos los responsables de las consecuencias y ya
no existe quien se deje engañar por la culpa. Entiendo que es difícil tomar
decisiones porque eso implica renunciar a otras cuestiones y que ya no podemos
tenerlo todo si tenemos dinero”.
-
“Si es
cierto, tienes razón. Pero a mí lo que más me sorprende, es como has conseguido
este importante cambio de valores a través de la comida, pues tu empezaste precisamente
en ese campo para acabar modificando todos los demás”.
-
“¿Si? ¿Te
sorprende?, pues es muy lógico. Muy simple. Cuando a un pueblo entero le
controlas la alimentación y le das comida basura llena de conservantes,
transgénicos, manipulaciones, hormonas y todo eso que ya sabemos de sobra,
haces que el pueblo sea débil y adicto y desde ahí es muy fácil tener el
control. Cuando me dedicaba a la caza
de ofertas, un día de casualidad, alguien había colgado este vídeo en mi
Facebook. Verlo cambió el sentido de mi vida…”.
(Roy Littlesun es un indio Hopi, alquimista y nutricionista que viaja por
todo el mundo con su mochila y su sencillez lúcida transmitiendo el mensaje de
los Hopis con profundo respeto).