Hoy todo es verde.
No, no.
Disculpad, esto no es verdad. Quiero decir: HOY TODO QUISIERA SER VERDE. Creo
que esto es más cierto que lo primero.
Se
quiere reciclar el papel, el vidrio y la ropa. Se cuida de no tirar objetos
inservibles al suelo, se recogen los excrementos de la mascota, se utilizan
vehículos con energías alternativas, se compran productos ecológicos. Hasta
incluso nos reutilizarnos a nosotros mismos donando los órganos en buen uso a
otras personas, a las que, por este gesto y en situaciones muy críticas podemos
contribuir notablemente a mejorar su salud o a salvar sus vidas.
Pero
realmente ¿qué está ocurriendo?, ¿estamos ante un dilema socio-medioambiental,
económico y político?. ¿Estamos siendo espectadores pasivos o activos de un
nuevo cambio evolutivo?. ¿O es simplemente una moda?.
Sea lo
que sea en realidad se trata de una cuestión, ya que estamos, muy sana y saludable,
puesto que el ser humano por naturaleza y nunca mejor dicho, está diseñado para
vivir en un entorno no sólo agradable y evolucionado sino también natural.
Verde. Ecológico.
Pero, ¿qué
es la Ecología?. ¿Qué es la Cadena Trófica?. ¿Qué es un Ecosistema?. Y, ¿qué
demonios es un Nicho Ecológico?, ¿acaso nos van a enterrar en tumbas
sostenibles?. Y lo que es más importante ¿sabremos los seres humanos estar
totalmente a la moda, sin averiguar antes qué significan cada uno de estos
conceptos tan verdes?. Si partimos, claro está, de que esta cuestión se basa en
LA MODA.
Por el momento y al parecer lo único que se sabe a ciencia cierta es que para que las cosas vayan bien, todo tiene que ser de color VERDE.
Paleta de colores de M&E
(Boutique: Moda y Ecología)
Y
ataviada de esa manera tan profesional me dirigí hacia el laboratorio de mi
gran amigo el Ecologista Activo,
dispuesta a desenmascarar todas esas cuestiones que habitualmente rondan en la
cabeza de todo ser viviente, en algún momento de su vida.
Durante
los tres meses siguientes acompañé al amigo en todos sus trabajos en el mundo
de la ecología: pasé largas horas fotografiando bichitos, leyendo tesis y
tomando nota de las inacabables y soporíferas conferencias que ofrecía el experto
a las mentes inquietantemente verdes de sus alumnos de la Universidad.
Pude
descubrir que el Ecologista Activo
tenía miles de seguidores y en su página de Facebook le habían dado al me
gusta más de doscientas mil veces en sólo dos semanas. Así que,
decididamente, él era un hombre de moda. Y como no, siempre vestido de verde.
Ya
que estaba allí y puesto que a pesar de haber sido una alumna aplicada durante
esos tres meses, aún no sabía qué significaban todos esos conceptos tan
extraños: Ecología, Cadena Trófica, Ecosistema, Nicho Ecológico y todo lo demás.
Decidí preguntarle directamente a él y sin querer parecer una ignorante y me
aventuré:
- “Ecologista Activo, me asalta una
pequeña duda”. Le dije mientras me ajustaba unas preciosas gafas
verde geranio de pasta de M&E.
- “¡Ahá!,
¿y cuál es?”. Respondió muy interesado en ayudarme.
Y
con total seguridad le mostré mi exposición con las enseñanzas recogidas de sus
propios escritos y apuntes, pero que ni yo misma sabía de donde ni cómo ni
porqué las cosas eran de ese modo. Aun así le pregunté:
- “¿Cómo
es posible que la ecología que es una ciencia multidisciplinaria y ocupada de
las interacciones entre los organismos contemple esos factores abióticos tan
influyentes en el medio marino sin quedar su pirámide ecológica afectada por la
consecución de la cadena trófica o el bióxido de carbono y que ni siquiera eso
afecte a la composición de ningún nicho ecológico perpetuado en el medio
ambiente?”.
- “Por
las propias interacciones, tú misma lo has dicho”. Contestó
sonriente al intuir que yo conocía a la su lenguaje a la perfección.
Su
respuesta me hizo saber que me había pasado de técnica-científica. Si no
entendía lo que yo misma le había preguntado, cómo iba a poder ni siquiera
interpretar su contestación. Estaba atrapada en mis propias palabras, pero no
podía echar marcha atrás porque mi vanidad y mis ganas de conocer las verdaderas
respuestas me lo impedían. De manera que, pensando que ahora mi amigo no sería
tan implícito decidí atacar de nuevo:
- “¡Ah,
por supuesto!, con lo cual todas estas interacciones influyentes se tienen que
agrupar de modo que la distribución de las especies y la evaluación de la
biomasa se conjuguen para que todos los procesos metabólicos y fisiológicos de
los bio-sistemas dependan de las reacciones químicas, ¿no es así?”.
- “¡Claro,
por supuesto!”. Ya me trataba como a una colega de profesión.
¡Ahora
sí! que estaba totalmente perdida. Ahora sí que ya no había salida. Todavía
entendía menos que con la respuesta anterior y la cosa se estaba embrollando
cada vez más. Pero no podía rendirme, porque durante esos meses había
permanecido allí en un intento de descubrir qué es lo que nos pasa a los seres
humanos con la ecología y su moda, así que, muy astutamente pude salir de aquella
conjetura pidiendo al amigo que expusiera un ejemplo claramente típico:
- “Si,
ciertamente he estado pensando mucho en eso últimamente, sin embargo, no se me
ha ocurrido ningún caso que pudiera ejemplificar de manera concreta todo lo
expuesto, ¿querrías exponerlo de forma práctica por favor?”.
- “¡Cómo
no!” Respondió él muy amablemente y comenzó con la
exposición de su ejemplo.
- “Imaginemos
que realizamos una incursión en la cadena trófica, realizando algunas maniobras
de modificación genética en uno de los elementos elegidos al azar de un sistema
biótico cualquiera. Veremos pues, que su composición se modifica notablemente
causando al resto del ecosistema unas alteraciones, podremos decir… notables”.
Fascinada por esas
palabras tan técnicas que colocadas una tras otra de forma inteligente
conformaban maravillosas y creíbles teorías, no quise quedarme con la duda de
si un mundo manipulado por esta inquietante y persuasiva moda podría acabar con
nosotr@s, como lo hicieron en su día el pan blanco, el azúcar refinado o el
tabaco con aditivos, así que le pregunté:
- “¿Y
una pera?, ¿qué pasaría si hiciéramos eso con una pera, por ejemplo?”.
- “Lo
mismo, ocurriría lo mismo. Es decir, que sin un control de esta propia
manipulación por parte del hombre, la naturaleza se podría volver en contra del
ser humano aplastando nuestras propias intenciones tanto si estas fueran
positivas como negativas”.
Y
cauteloso y en silencio, el maestro, caminó hacia su biblioteca pidiéndome que
le siguiera con recato. Se subió a una escalera casi infinita y encaramado en
lo más alto de su documentación bibliográfica extrajo con lentitud y cuidado un
gran libro con tapas color verde pera, del que media hora más tarde (pues la
escalera era considerable) me mostró con gran orgullo un estudio realizado
recientemente por él y sus colaboradores. Tras leer durante largo espacio de
tiempo esas frases tan típicamente enrevesadas, lo entendí TODO al ver la
fotografía que ilustraba sin lugar a dudas el resultado de su secreta
investigación:
Pera manipulada genéticamente aplastadora de intenciones
Visualizar
aquella enorme pera modificada genéticamente había supuesto para mí toda una
revelación de la naturaleza.
En
el estudio, no sólo se acompañaban numerosas teorías y cálculos matemáticos que
apoyaban fielmente a aquella tesis, sino que por primera vez en la historia se
revelaba, cómo una fruta incontrolada podría ser capaz de aplastar y finalmente
destruir los edificios mejor construidos de los arquitectos más grandes de la
historia. Así mismo, podríamos pensar que si primero iban a ser atacados a los
edificios modernos, en segundo lugar podrían ser destruidas todas las tiendas
de moda no ecológicas y hasta incluso nuestras Universidades, nuestro
Patrimonio, nuestras obras de arte y finalmente nuestras propias casas con la
televisión dentro.
Y
fue de este modo como logré encontrar la respuesta a todas mis dudas acerca de
la ecología. Y es que LA MODA, sin lugar a dudas (pues existía una tesis que
así lo confirmaba) ¡PUEDE LLEGAR A DESTRUIRNOS!.
Me encanta como das la informacion, con ese humor tan sarcastico, gracias por informarnos y entretenernos, sigue asi ,un beso.
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